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Bienvenido a un repaso de las obras que han removido sentimientos, que se han adelantado a lo vivido... que se han convertido en parte de nuestra vida.

martes, 29 de junio de 2010

Despertar

Cualquier libro, película, cuadro... puede resultar una obra iniciática, sobre todo durante la transición a la adolescencia, cuando la curiosidad felina, dominada por las hormonas, nos induce a indagar en lo desconocido. Puede ser una fotografía en una revista, una descripción literaria, una escena fílmica, etc. la que active el resorte del deseo incipiente.

Recuerdo la lectura de "La vieja sirena", de José Luis Sampedro, y el batir de las olas contra las rocas mientras los amantes se refugian en una cueva para fundirse en uno. Las descripciones explícitas eran contadas, pero bastaba el lirismo que salpicaba cada palabra para imaginarse la situación y desear ser la sirena varada, agitada por el movimiento de su enamorado, o bien el experimentado amante poseedor de un ser marino de belleza insondable.

Hay obras que llegan más o menos en función de la edad y experiencias de quien las consume. En mi caso "Malena es un nombre de tango" de Almudena Grandes, me llegó en el momento adecuado, cuando la protagonista, un par de años mayor que yo, experimentaba el desamor por parte del gran amor de su vida, su propio primo. Malena, que podría ser tildada de promiscua, pero a la que yo considero sincera a sus deseos y a los que la rodean, aprovecha cada momento de su vida para demostrar que es una fiel heredera de todos los varones de su linaje, descendientes de don Rodrigo, iniciador de una saga famosa por su ferocidad en el tálamo.



El libro fue llevado al cine por Gerardo Herrero en 1995, con Ariadna Gil, muy bella pero regular en su actuación (su voz nunca termina de ncajarme) y una más acertada Marta Belaústegui en el papel de su hermana Reina.