Bienvenue

Bienvenido a un repaso de las obras que han removido sentimientos, que se han adelantado a lo vivido... que se han convertido en parte de nuestra vida.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Porque me da la gana

Buenos días,
después de más de un lustro hoy me apetece escribir algo, lo que me venga a la cabeza, sin planificación previa.

De fondo canciones de Coque Malla, un tío que nunca me llamó la atención ni como actor ni como cantante de los Ronaldos, pero que en solitario me ha sorprendido gratamente. De este acercamiento debo dar las gracias a Ikea, que un día lo usó como banda sonora de los que allí estábamos haciendo unas comprillas o pasando el rato.

Y me viene a la mente la peli española "Nada en la nevera", en la que Coque era el prota junto con María Esteve de una comedia de la que pocos se acuerdan.
Y hablar de María es tocar la campanita de Paulov y ver a la deseada Pepa Flores, Marisol, y sus años de juventud esplendorosa, tan bella que parece imaginada.




Y Marisol viene acompañada del gran Antonio Gades, el que fuera su marido, envuelto en sus coreografías de Los Tarantos, Carmen, Bodas de Sangre... y lo español, o lo andaluz, para otros, cobra sentido, sentimiento, garra, emoción... y asoma Castro, recién incinerado, y venerado para quién le de la gana. Mientras unos versos de José Martí flotan en el ambiente.






Todo pasa. Nada dura para siempre, o quizás sí. Cierro el círculo con los versos de Ampara Valle, madre de Coque, y recientemente fallecida, en la canción "La carta". Bello compartir, y más madre e hijo.




miércoles, 6 de abril de 2011

Colores y cadena de asociaciones mentales (I)

Hay películas que ya en el título nos desvelan su tinte dramático. Qué decir del abanico tricolor de Kiéslowski: Azul, Blanco y Rojo. Anterior a éstas La doble vida de Verónica, de la que apenas recuerdo tres escenas, amplía la paleta, y en mi mente permanece anclada a través de un verde no




demasiado oscuro. Un verde de interior, alejado del de los prados y sotobosques, artificial y a veces nocturno.


El verde, a modo de resorte, me hace evocar Lo que queda del día, y esa tensión sexual mantenida, como las distancias, entre el mayordomo y el ama de llaves. Este verde es más pálido y alude a las paredes de la mansión, en un estilo rancio como las ideologías y moralinas que en ella habitan.

También el verde me remite a Wonderland, de Michael Winterbotton, en parte por los paisajes nocturnos acelerados de la gran urbe, y por la contraportada del cd de su banda sonora, del leit-motiviano Michael Nyman.






Y con la música me viene Dog, man, star mi album favorito de la desaparecida banda británica Suede, donde la conjunción de la edición y de los contenidos logra una unidad casi perfecta.

Y ahora aparece una Björk con vestido verde, casi ciega, pero liberada de sus anteojos por un momento mientras baila al ritmo de una locomotora que atraviesa bosques, verdes, como no.

P.D.: las imágenes enlazan videos.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Vampiros no crepusculares (I)


Imagino que el acercamiento que tienen ahora los más jóvenes al mundo vampírico pasa por la saga de Crepúsculo, a cuya lectura o visionado no me he asomado- bueno, lo confieso, vi la última hora de la primera película-. En mi caso fue a través de la radio y de los por aquel entonces programas minoritarios de madrugada en los que bajo el término de "paranormal" se abordaban todo tipo de hechos, leyendas y mitos, que más tarde harían famoso a Milenio 3.

En mi mente infantil se fue modelando la figura del vampiro, piel casi transparente, blanquísimo, enigmático, seductor y, ante todo, con un irresistible poder de atracción a pesar del miedo que despertase. Y esa ambivalencia de atracción-temor me llevó a solicitar a mi progenitora un librito delgado de tapas rojas titulado El expreso de los vampiros, un inocente libro de la colección Elige tu propia aventura de la editorial Timun Mas. Jamás había experimentado tanto miedo con un libro, tendría unos nueve años y cada día, al ponerse el sol, continuaba con una lectura que me veía obligada a detener cada vez que los acontecimientos se precipitaban y el Conde Zoltán y la princesa Carmilla hacían acto de presencia.

Años más tarde me tropecé de nuevo con ese nombre de mujer, Carmilla, esta vez en el espacio radiofónico Historias, donde se leían, sin apenas la intervención de efectos sonoros, libros del tipo: Frankesntein, El hombre invisible, La bella y la bestia, Otra vuelta de tuerca...
En esta ocasión el protagonista toma el artículo la y se verá atraída por la joven e inocente Laura. Esta novelita de Le Fanu, le serviría a Bram Stoker para inmortalizar algunos de los momentos más inquietantes de su Drácula, como cuando el enamorado Harker ha de vérselas con un grupo de "vampiresas".
Pero ahondar en el mundo vampírico es harto complicado porque un clavo saca a otro clavo, en el sentido de que indagando un poco en cada autor éste estará conectado a otras obras vampíricas previas, en las que se habría inspirado, y posteriores, en las que se habría infiltrado.
En el caso de Le Fanu, éste se habría servido de Polidori, médico personal de Lord Byron, y de su relato El Vampiro ( recomiendo enérgicamente la película Remando al viento de Gonzalo Suarez, para conocer cómo se gestó este libro así como la obra cumbre de Mary Shelley- y por otra parte para ver los inicios de Hugh Grant y Liz Hurley)


Carmilla, El Vampiro y Drácula pasaron con el tiempo al formato del celuloide, pero esa ya es otra historia que continuará.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Una cuestión personal


Bird, el protagonista de esta novela del laureado Kenzaburo Oé, experimentará un recorrido hacia lo más profundo de su interior debatiéndose entre la supuesta libertad que le otorgaría su anhelado viaje a África, y el ejercer como padre. Padre de una criatura informe, con un futuro incierto y cuya visión le resulta repulsiva.


Durante tres días, al ritmo al que nos tienen acostumbrados los autores de extremo oriente, somos partícipes del sufrimiento y del egoísmo de Bird, un alma que quiere volar libre, sin ataduras, pero del que una cadena invisible con rostro indefinible tira con fuerza de su conciencia.

Al igual que las reflexiones del protagonista, la novela de Oé se va adentrando en diferentes estratos no sólo del individuo y su aspecto hedonista, sino de la sociedad nipona de la época con sus vergüenzas y ocultamientos forzosos ante la mirada de terceros. Todo queda soterrado, como los pensamientos y deseos inconfesables, como el dolor persistente, indeleble, ocasionado por los acontecimientos más ruínes, como las bombas atómicas, como la traición.

Duele, incomoda, redime.

lunes, 16 de agosto de 2010

Let´s get lost (Bruce Weber, 1988)


Este documental explora la biografía de uno de los mitos de la música jazz norteamericana, Chet Baker, virtuoso intérprete de trompeta y cantante de voz cálida, dulce, de eterno jovencito, y a la vez melancólica. Reestrenada en Cannes en 2009, se le hizo el honor merecido de pasearse de nuevo por las salas españolas el año pasado.
El Chet del documental aparece como un ser desgastado físicamente que aparenta al menos quince años más. Como contraste el potente y amplio archivo fílmico y fotográfico nos devuelve al Chet joven, aquel que triunfó y que comparte con el actual el llevarse a las féminas de calle.
Gran importancia adquieren los testimonios de su segunda esposa y de la presente, junto con sus hijos. La imagen familiar está coja, falta la figura paterna, de gira por Europa y disfrutando de la vida nocturna, contribuyendo al mito de sexo, alcohol y música.
Un jovencísimo Chris Isaac aparece de refilón en el estudio de grabación, ilusionado con la oportunidad de compartir acordes con el superviviente Baker, puesto que su adicción a drogas duras ya tendría que haber acabado con él hace lustros.
Su rostro surcado de arrugas profundas, como las de un granjero expuesto a las condiciones extremas de su trabajo, hace que nos compadezcamos de él en ciertos momentos, aunque la aparente imparcialidad del documento nos muestra a un Chet pendenciero y sobre todo, mentiroso, que nos aleja de ese sentimiento paternalista.
Merece la pena sumergirse en el universo Chet y dejarse llevar por su música y los recuerdos-tanto buenos como tormentosos- a los que decidió poner fin de motu propio al poco de terminarse este documental. ¡Perdámonos!

Puntuación: 8

viernes, 23 de julio de 2010

Irreversible

Como ávidos consumidores de materiales audiovisuales y literarios cada vez resulta más difícil ser sorprendidos. Nuestra intuición, producto de exposiciones previas, nos alerta ante las intenciones de un guión- ¡Ja!, quiere darme a entender esto para luego presentar como culpable al supuesto bueno…- cuyas implantaciones a lo largo del filme irán adquiriendo significado y cerrando la historia, siempre que no hayan sido puestas para el mero despiste del espectador. Este aprendizaje de la narrativa cinematográfica lo adquirimos inconscientemente, como el acostumbramiento a las escenas explícitas y a la violencia, en parte favorecidas por los informativos televisivos, discípulos de los tabloides norteamericanos de los setenta y que no sienten pudor por mostrar la cruda realidad, entiéndase en sus diferentes acepciones. Y debemos reconocer que dentro de la condición humana se encuentra el aspecto de la morbosidad, y yo soy la primera morbosa-curiosa en lo que a los productos de las industrias culturales se refiere. Así llegué hasta la película Irreversible - Gaspar Noé, 2001- que salió a relucir durante una conversación entre amigos. Mientras prestaba gran parte de mi atención en comprender el discurso en inglés del profesor de un amigo, mi pabellón auditivo se desplegó hacia la derecha, donde en lengua madre, dos amigos repasaban la cruenta historia y puesta en escena de la citada película. El hablante shakespiriano seguía hablando, yo asintiendo, y mi mente tratando de captar palabras clave que, a la vez, no desvelaran demasiado del argumento. Finalmente opté por taparme los oídos indisimuladamente. Busqué información sobre la peli, no quería leer demasiado pero lo justo para situar la historia. Leí que se había convertido en obra de culto y que dos de sus escenas destacaban por su crueldad y violencia. Ya estaba condicionada – lo cierto es que me pasa rápidamente y con poca cosa-, habría dos escenas escandalosas que alimentarían nuestro apetito morboso y sanseacabó. Para qué mentir, eso me bastó para querer ver la peli cuanto antes. No esperaba gran cosa y me jacté conmigo misma del cine con marcados tintes violentos –bajo la justificación de la venganza- que solía consumir en compañía de mi amigo F., una influencia poco recomendable (i´m kiding, man!) Una vez acabado su visionado sus imágenes estuvieron rondando por mi cabeza todo el día, mareada, asqueada. Odiaba la fotografía del comienzo, la luz parecía colarse por un filtro de agua emponzoñada, pantanosa. La cámara merodeaba como un insecto infecto que revoloteara sobre el fango y la inmundicia. El sonido ambiente tenía de fondo al propio artrópodo en un vuelo cojonero. Como contraste el plano secuencia de Mónica Bellucci. Sin cortes, sólo el ritmo interno de la acción con movimientos verticales, el jadeo desesperado, interminable… y la cámara quieta, impertérrita, fría, para que ningún recurso salvo el de la propia actuación, fuera el protagonista de un hecho deleznable al que se acerca con un verismo que atenaza. Llegados a este punto pasamos de entender el discurso, a entender la historia- con su peculiar, aunque no novedosos orden cronológico- que nos propone Noé. Tras este filme y el tráiler de Carne, su primer mediometraje, sólo puedo decir que no deseo volver a explorar a este director, ya no por esas escenas de digestión complicada, sino por la sensación nauseabunda e irreparable que ha dejado en mí. Aún quedan maneras de sorprender, aunque sean negativamente. Aún así os animo a que sacies vuestra morbcuriosidad por vosotros mismos, puede que seáis de los que consideren a Noé como director de culto.
Puntuación película: ¿?



viernes, 2 de julio de 2010

Lo he intentado, de verdad

Hay libros y películas que se nos resisten. Accedemos a ellos con nuestra mejor intención, atraídos por obras previas de ese mismo autor que nos parecieron increíbles o por recomendación de otros. Hace años procuraba poner lo mejor de mí y vencer la resistencia inicial, avanzando páginas o frames con un esfuerzo que anhelaba una recompensa más adelante. Ahora me he vuelto mucho más vaga, y no suelo aguantar más de diez páginas o minutos si no encuentro un enganche. Aún así, pasados los meses, normalmente muchos meses, he recaído en intentonas, sirvan los siguientes ejemplos:

Olvidado rey Gudú de Ana María Matute (1996); mi madre me lo regaló con su mejor intención (yo se lo había pedido como regalo de Reyes) y no paso de un par de capítulos.

Adèle and Co. de Dornford Yates (1931); lo compré en inglés en una tienda de segunda mano, creo que me dejé llevar por las anotaciones en finés de su anterior dueño. Se supone que el libro está cargado de lirismo, pero a mi me cuesta encontrárselo cada vez que vuelvo a la carga.

Por el camino de Swann de Marcel Proust (1913); me da rabia no poder avanzar porque me identifico totalmente con esa recuperación de lo vivido, de los recuerdos, a través de los sentidos. Me conmueve cuando lo leo, pero siempre encuentro una excuasa para dejarlo apartado. A ver en vacaciones...